jueves, 20 de febrero de 2014

¿y tu? ¿tu tambien tienes vacas en tu vida?




No!! ….. No me he vuelto loca ni nada parecido….ni es mi intención dedicarme ahora a la ganadería….. quisiera acercaros otra reflexión de las muchas que voy teniendo, al objeto de compartir nuevamente algún pensamiento y con el permiso que me caracteriza……os hago participe de él.

En las diferentes sesiones o charlas o conferencias que imparto, suele aparecer un concepto, que en algunas ocasiones, me resulta “poco fácil” de referenciar y de explicar, y es el de las creencias limitantes.
La primera vez que escuche el término, me resulto desagradable, y tampoco sabría muy bien indicar el porqué.
Por necesidades del guion, he tenido que referirme a él en numerosas ocasiones hasta que un día, por azar (o por “causalidad” que diría yo) descubrí un cuento y una reflexión que me ha resultado clave a la hora de plantear de que manera nuestra mente, tan bien programada ella, nos hace ver y vivir y sentir, aquello que de alguna manera se fue instalando en etapas bien tempranas, y que lejos de pasar desapercibido, condiciona, repito, condiciona, de una manera increíble nuestro día a día, hasta el punto de que creamos, que contamos con “tal o cual” habilidad casi innatamente, sin dar cabida a la opción del cambio y el aprendizaje.
Esta historia que paso a relataros y que después comentaré brevemente hace efectivamente alusión al termino “creencias limitantes” tan utilizado en psicología y claves para los coachs

.......Escuchemos el cuento.....

Un maestro de la sabiduría paseaba por un bosque con su fiel discípulo, cuando a lo lejos vio un sitio de apariencia pobre y decidió hacer una breve visita. Una vez allí, pudieron constatar la pobreza del lugar y de sus habitantes, una pareja y sus tres hijos. Vivían en una casa de madera, vestidos con ropas sucias y rasgadas, y descalzos. El maestro se aproximó al hombre y le preguntó:

-Aquí no existen posibilidades de trabajo, ni tampoco hay comercios. ¿Cómo os las arregláis para poder sobrevivir en este lugar?

-Amigo mío-respondió calmadamente el hombre-, tenemos una vaca que nos da varios litros de leche todos los días. Una parte de la producción la vendemos o la cambiamos por otros alimentos en el pueblo de al lado. Con la otra parte de la leche que nos da la vaca, producimos queso y manteca para nuestro consumo, y es así como vamos sobreviviendo.

El sabio agradeció la información, contempló el lugar por un momento, se despidió del hombre y de su familia y se fue. En medio del camino, se giró hacia su fiel discípulo y le ordenó:
-Regresa a la casa de la familia y roba la vaca.

El joven miró al maestro con espanto y protestó por la orden. La vaca era el único medio de subsistencia de esa familia. Pero como percibió el silencio absoluto del maestro, cumplió temeroso la orden y robó la vaca. Aquel hecho quedó grabado en su memoria durante años.

Un día el joven decidió dejar a su maestro y regresar a aquel lugar para contar lo sucedido a la familia, pedir perdón y ofrecerles su ayuda. A medida que se aproximaba al lugar, comprobó que todo había cambiado: había árboles floridos, una bonita casa en lugar de la casucha de madera y niños jugando en el jardín. El joven se sintió triste y desesperado, ya que supuso que aquella humilde familia había tenido que vender el terreno para sobrevivir. Aceleró el paso y, cuando llegó, lo recibió un hombre muy simpático. El chico preguntó por la familia que había vivido allí años atrás. El hombre respondió que siempre habían vivido allí, que eran los mismos. Consternado, el joven le preguntó:
-¿Cómo habéis conseguido mejorara este lugar y vuestra vida de forma tan extraordinaria?
-Teníamos una vaca-respondió entusiasmado el hombre-, pero un día nos la robaron. Entonces nos vimos en la necesidad de hacer cosas nuevas y desarrollar otras habilidades que no sabíamos que teníamos. Fue así como alcanzamos la prosperidad.

Al no contar más con la falsa seguridad que les proveía el sentirse poseedores de algo, así no fuese más que una vaca, debieron tomar la decisión de buscar algo más.

........


Muchos de nosotros también tenemos vacas en nuestra vida. Ideas, excusas y justificaciones que nos mantienen atados a la mediocridad, dándonos un falso sentido de estar bien cuando frente a nosotros se encuentra un mundo de oportunidades por descubrir. Oportunidades que sólo podremos apreciar una vez hayamos matado nuestras vacas.

La vaca simboliza todo aquello que te mantiene atado a la mediocridad. Nuestras creencias limitantes........

Una vaca puede ser una excusa.

Una vaca también puede ser un pensamiento irracional que te paraliza y no te deja actuar.

En ocasiones las vacas toman la forma de falsas creencias que no te permiten utilizar tu potencial al máximo.

Las justificaciones, son vacas. Éstas son explicaciones que has venido utilizando para justificar por qué estás donde estás, a pesar de que no quisieras estar ahí.

Las excusas son las vacas más comunes. Éstas no son más que maneras cómodas de eludir nuestras responsabilidades y justificar nuestra mediocridad buscando culpables por aquello que siempre estuvo bajo nuestro control.

Sólo tres cosas son ciertas acerca de las excusas:

Si verdaderamente quieres encontrar una excusa, ten la plena seguridad que la encontrarás.

Cuando comiences a utilizar esta excusa, ten la total certeza que encontrarás aliados. ¡Sí! Vas a encontrar personas que la crean y la compartan. Ellas te van a decir, “yo sé como te sientes porque a mí me sucede exactamente lo mismo”.

La tercera verdad acerca de las excusas es que una vez las des, nada habrá cambiado en tu vida. Nada habrá cambiado acerca de tu realidad.

Cierto tipo de pensamientos se convierten en vacas porque no nos dejan actuar y nos paralizan. Muchas veces son ideas que hemos venido repitiendo sin saber por qué. Ideas que escuchas de otras personas y la repetición y el tiempo las han convertido en dichos populares que no son más que mentiras revestidas de una fina capa de algo que se asemeja a la verdad.


Un ejemplo de esto es la tan común idea de: “Yo soy una persona realista”. Si le preguntas a una persona positiva si ella es optimista, con seguridad te dirá que sí. No obstante, si le preguntas a una persona negativa si ella es pesimista, seguramente te responderá algo así: “Yo no soy pesimista, yo simplemente soy realista”. Si te das cuenta, éste es un pensamiento que no sólo te impide ver tu propio pesimismo, sino que programa qué logras ver y no ver del mundo que te rodea.

La buena noticia es que así en el pasado hayamos permitido que nuestro entorno, o aquellas personas que se encuentran a nuestro alrededor, nos hayan condicionado para el fracaso, hoy podemos cambiar de actitud y reprogramar nuestra mente para el éxito.

Los pensamientos negativos son vacas que no sólo nos mantienen atado a la mediocridad, sino que poco a poco destruyen tu vida. Generan fuerzas y sentimientos nocivos. Nadie nace con estas emociones y sentimientos negativos; ellas son vacas que inadvertidamente adoptamos a lo largo de nuestra vida. Los hemos aprendido y programado en el subconsciente y las consecuencias son desastrosas.

Ahora bien, las vacas más recurrentes, y las que peores resultados traen a nuestras vidas, son las falsas creencias. La razón es muy sencilla: estas limitaciones son falsas, pero las creemos verdaderas, y al creerlas ciertas, no ves la necesidad de cambiar nada en tu vida.

Por ejemplo, si en nuestra mente reposa la creencia de que no puedes triunfar porque no contaste con la buena fortuna de haber estudiado, con seguridad esta idea regirá tu vida, tus expectativas, decisiones, metas y manera de actuar. Esta falsa creencia se convertirá en un programa mental que desde lo más profundo de tu subconsciente regirá todas tus acciones.

¿Cómo llegan estas ideas a convertirse en creencias limitantes? La persona saca deducciones erradas a partir de premisas equívocas que ha aceptado como ciertas. Algo como: “Mis padres nunca fueron a la escuela... Mis padres no lograron mucho en la vida... Yo tampoco fui a la escuela... Yo tampoco lograré mucho con mi vida” (Equivalencia compleja). Metamodelo del lenguaje.

Así que cuestiona toda creencia que exista en tu vida. No aceptes limitaciones sin cuestionar si son ciertas o no. Recuerda que siempre serás lo que creas ser. Si crees que puedes triunfar, seguramente lo harás. Si crees que no lo lograrás, también es cierto. Es tu decisión.

Muchas personas no son conscientes de las vacas que tienen; otras son conscientes de ellas, pero, igual, las siguen cuidando y alimentando, ¿por qué? Por una sencilla razón, porque las vacas nos proveen una zona de confort, una excusa.

Por lo general las vacas depositan la culpabilidad por nuestra situación fuera de nosotros mismos.

La culpa de nuestra mala suerte es de otras personas, de las circunstancias o del destino.

Sin ninguna vaca que justifique nuestra mediocridad, no seríamos más que unos incapaces de aceptar la responsabilidad por nuestro éxito. Sin embargo, la vaca nos convierte en personas con buenas intenciones, a quienes infortunadamente la suerte no le ha sonreído y nos convertimos en víctimas del destino.

Entonces, como ves, la mediocridad es peor que el fracaso total. Éste al menos te obliga a evaluar otras opciones. Cuando has tocado fondo, y te encuentras en el punto más bajo de tu vida la única opción es subir.

Con el conformismo sucede todo lo contrario, puesto que éste engendra mediocridad y a su vez, la mediocridad perpetúa el conformismo. Es ciertamente un círculo vicioso autodestructivo.


ALGUNAS DE LAS VACAS MÁS COMUNES.

Las vacas vienen en varias categorías.


• Vacas “justificadoras de la mediocridad”:

Yo estoy bien... Hay otros en peores circunstancias.
Odio mi trabajo, pero hay que dar gracias que por lo menos lo tengo.
No tendré el mejor matrimonio del mundo, pero por lo menos no estamos peleando todos los días.
No tendremos mucho, pero al menos no nos falta para comer.
Apenas pasé el curso, pero por lo menos no lo perdí. Quizás es hora de aceptar que no soy tan inteligente como los demás.


• Las vacas de “la culpa no es mía”

Para la poca educación que he tenido no me ha ido tan mal. Lástima que mis padres no hubiesen tenido más visión de futuro-
Si mis padres no se hubiesen divorciado, quizás me hubiese ido mejor.
Así era mi madre, lo mío es genético.
Mi problema es que mi pareja no me apoya
Mi problema es que mi pareja es muy negativa.
Es que en este país no hay apoyo para el empresario.
Yo tengo buenas intenciones pero con esta economía pues... que vamos a hacer.
Lo que sucede es que no tuve profesores que me motivaran a salir adelante.



• Las vacas de las falsas creencias:

Pues yo no he querido tener mucho dinero porque el dinero corrompe.
Los ricos son infelices y cuanto entre más tienen, menos contentos están con lo que tienen.


• Las vacas que buscan excusar lo inexcusable:

Es que no me queda ni un minuto libre.
Quisiera leer más, pero no tengo tiempo.
Lo que pasa es que a las mujeres nos toca el doble de difícil que a los hombres.
Es que no quiero empezar hasta no estar absolutamente seguro.
Es que no quiero empezar hasta que no sepa cómo hacerlo perfectamente.


• Las vacas de la impotencia:

Lo que sucede es que yo nunca he sido bueno para eso.
Es que el éxito no es para todo el mundo.
Lamentablemente lo mío es genético. No hay nada que yo pueda hacer.
Lo que uno no aprende de pequeño es muy difícil quererlo aprender de mayor.
Mi problema es que soy muy tímida. Creo que esto es de familia ya que mi madre también era así.


• Las vacas filosofales:

No he actuado, porque yo soy de los que cree que si vamos a hacer algo, o lo hacemos bien o no lo hacemos... y en este momento no creo poderlo hacer tan bien como quisiera.
Si Dios quiere que triunfe, Él me mostrará el camino. Hay que esperar con paciencia.
¿Qué se puede hacer? Unos nacieron con buena estrella y otros nacimos estrellados.


• Las vacas del autoengaño:

El día en que decida que quiero dejar de fumar, lo dejo sin ningún problema. Lo que pasa es que no he querido.
No es que a mí me guste dejar todo para el último minuto, lo que sucede es que yo trabajo mejor bajo presión.





Las vacas con que cargamos a cuestas no se generan porque deliberadamente nos hayamos puesto en la tarea de aprenderlas. Ellas son el resultado de intenciones positivas. Detrás de todo comportamiento, sin importar que tan autodestructivo pueda parecer, subyace una intención positiva con nosotros mismos (Principio de la P.N.L.). Nosotros no hacemos cosas simplemente por causarnos daño, sino porque creemos que de alguna manera estamos derivando un beneficio de ello.

Muchas de las creencias limitantes que arrastramos con nosotros a lo largo de nuestra vida, han sido el resultado de buenas intenciones. Observa lo fácil que se adquiere una vaca. Digamos que esta vaca suena así: “Yo no sirvo para esto”

Esta vaca es muy común entre las personas. Mira como comienza esta vaca de manera casi inconsciente. La persona aprende a hacer bien una tarea, una profesión o un oficio. Disfruta haciéndolo, desarrolla un talento especial para ello y después de algún tiempo piensa: “Esto es para lo que sirvo”.

Asume que en ninguna otra área podrá ser tan efectiva como en ésta. Comienza a dar excusas (vacas), encuentra razones para explicar sus limitaciones, hace afirmaciones tales como:

Yo no sirvo para eso.
Yo siempre he sido así.
No nací con esa habilidad.
No tengo el cuerpo que se necesita para eso.
No poseo la personalidad adecuada.

Y así, inadvertidamente creamos limitaciones que no nos permiten expandir nuestro potencial. Pero el problema no son las personas, sino sus programas mentales, sus pensamientos.

Otras limitaciones (vacas) son el resultado de experiencias pasadas que ya no tienen validez.

Así permitimos muchas veces que una vaca que se encuentra en nuestra mente hace muchos años y que hoy posiblemente no tenga ninguna validez, nos diga qué podemos hacer y qué no.

Lo que quiero que entendamos es que muchas de las limitaciones (vacas) que tienes en este momento no son físicas, ni tienen que ver con tu capacidad mental, tus dotes o tus talentos, sino con creencias limitantes, que en su mayoría son ideas erradas acerca de tu verdadero potencial y de lo que es o no es posible.

Recuerda que toda idea errada que mantengamos en nuestro subconsciente por largo tiempo y validemos con nuestras acciones, se convierte en una forma de auto-hipnosis.

Esto es precisamente lo que detiene a muchas personas para “ser lo que quieren ser”.

A través de esta forma de auto-hipnosis ellas han archivado en su mente toda una serie de falsas creencias e ideas que, quizás en algún momento fueron válidas, pero ahora ya no lo son. Sin embargo, puesto que aún no han sido borradas, continúan ejerciendo su efecto limitador.

Curiosamente, muchas de las vacas que nos mantienen atados a una vida mediocre han sido obsequios de otras personas.

Muchos de nosotros, con frecuencia caemos víctimas de las influencias negativas de otras personas; aceptamos su programación negativa (vaca) sin cuestionamientos. Al hacer esto, permitimos que siembren en nuestra mente falsas creencias que nos limitan física, emocional e intelectualmente.

Estas ideas han sido programadas por nuestros padres, profesores, familiares, amigos, o inclusive por perfectos desconocidos. Y lo único que ellas logran es hacernos creer que somos personas comunes y ordinarias, razón por la cual, hoy les resulta difícil creer que poseemos el potencial necesario para triunfar.

Todo está relacionado con el ARTE DEL BUEN PENSAR.


“NADA DE LO QUE ESCUCHES Y LEAS DEBES ACEPTARLO, DÍGALO QUIEN LO DIGA O ESTÉ ESCRITO DONDE LO ESTÉ, SIN ANTES DISCERNIRLO Y POR TI MISMO DECIDIR SI LO ENCUENTRAS VÁLIDO O NO”.

“Las oportunidades para prosperar están más cerca de lo que creemos. Como en este cuento, sólo hay que atreverse a ir más allá de lo conocido.”



martes, 4 de febrero de 2014

una de paciencia......



No hay que ser agricultor para saber que una buena cosecha requiere de buena semilla, buen abono y riego. También es obvio que quien cultiva la tierra no se detiene impaciente frente a la semilla sembrada, y grita con todas sus fuerzas: ¡Crece, maldita sea! Hay algo muy curioso que sucede con el bambú y que lo transforma en no apto para impacientes:

Siembras la semilla, la abonas, y te ocupas de regarla constantemente.
Durante los primeros meses no sucede nada apreciable. En realidad no pasa nada con la semilla durante los primeros siete años, a tal punto que un cultivador inexperto estaría convencido de haber comprado semillas infértiles.

Sin embargo, durante el séptimo año, en un período de sólo seis semanas la planta de bambú crece
¡más de 30metros!

¿Tardó sólo seis semanas crecer?

No, la verdad es que se tomó siete años y seis semanas en desarrollarse.
Durante los primeros siete años de aparente inactividad, este bambú estaba generando un complejo sistema de raíces que le permitirían sostener el crecimiento que iba a tener después de siete años.

Sin embargo, en la vida cotidiana, muchas personas tratamos de encontrar soluciones rápidas, triunfos apresurados, sin entender que el éxito es simplemente resultado del crecimiento interno y que éste requiere tiempo.

Quizás por la misma impaciencia, muchos de aquellos que aspiramos a resultados en corto plazo, abandonamos súbitamente justo cuando ya estabamos a punto de conquistar la meta.

Es tarea difícil convencer al impaciente que sólo llegan al éxito aquellos que luchan en forma perseverante y saben esperar el momento adecuado.
De igual manera es necesario entender que en muchas ocasiones estaremos frente a situaciones en las que creemos que nada está sucediendo.
Y esto puede ser extremadamente frustrante.
En esos momentos (que todos tenemos), recordar el ciclo de maduración del bambú japonés nos puede ayudar.
Quienes no se dan por vencidos, van gradual e imperceptiblemente creando los hábitos y el temple que les permitirá sostener el éxito cuando éste al fin se materialice.

El triunfo no es más que un proceso que lleva tiempo y dedicación.

Un proceso que exige aprender nuevos hábitos y nos obliga a descartar otros.

Un proceso que exige cambios, acción y formidables dotes de paciencia.

Tiempo… Cómo nos cuestan las esperas, qué poco ejercitamos la paciencia en este mundo agitado en el que vivimos…

Apuramos a nuestros hijos en su crecimiento, apuramos al coche de alanteparado en el semaforo… nosotros mismos hacemos las cosas apurados, no se sabe bien por qué…

Perdemos la fe cuando los resultados no se dan en el plazo que esperábamos, abandonamos nuestros sueños, nos generamos patologías que provienen de la ansiedad, del estrés…
¿Para qué?

Te propongo (me propongo), tratar de recuperar la perseverancia, la espera, la aceptación.
Si no consigues lo que anhelas, no desesperes…
quizá solo estés echando raíces….